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lunes, 2 de diciembre de 2013

LATINVM AD LATRINAM (XVII): MENTAL TRAINING



[ Yo, a lo mío. En la novela semiautobiográfica Martin Eden (1909),  JACK LONDON narra la vida de un joven marinero de baja extracción social que, tras conocer por casualidad a una joven altoburguesa, decide, para lograr su amor, educarse y abrirse camino como escritor. Al (rápido) paso con el que se va instruyendo, se da cuenta de la vacuidad del mundo al que aspira, de sus prejuicios y, sobre todo, de su superficial cultura.

            En una de sus visitas a la casa de Ruth Morse, su amada benefactora, cuando Martin ya posee una cultura superior a la de su musa,  se entabla una discusión en la que un amigo de la familia Morse, Will Olney, da la razón a Martin, realizando, aunque cínicamente, una autocrítica de un burgués  a la superficialidad su mundo. Y este Olney, cuya función en la novela es exclusivamente intervenir en esa discusión, ¿qué materia creéis que elige para ilustrar su posición?]

 

-¿Cómo dice?-contestó a una pregunta de Olney que interrumpió el flujo de sus pensamientos
- Le decía que espero que no sea tan tonto como para ponerse a estudiar latín.
- Pero el latín es algo más que adquirir cultura-cortó Ruth-. Es también un instrumento.
- Bueno, ¿va a estudiarlo?- insistió Olney.
Martin estaba sufriendo. Veía que Ruth estaba pendiente de su respuesta.
-Me temo que no tendré tiempo-dijo finalmente-. Me gustaría, pero no tengo tiempo.
-Ya lo ves. Martin no desea cultura- dijo Olney triunfante-. Quiere llegar a algún sitio, lograr algo.
-Oh, pero si  es un ejercicio mental. Es lo que disciplina la mente- Ruth miró a Martin con expectación, como si aguardara que cambiara de opinión-. Los futbolistas tienen que entrenarse antes del partido, y eso hace el latín con el pensador, le entrena.

-¡Pamplinas! Eso es lo que nos decían cuando éramos pequeños. Pero hay una cosa que no nos decían entonces, dejaron que la descubriéramos después- Olney hizo una pausa para producir efecto; luego agregó-: Y lo que no nos dijeron es que todo caballero debería haber estudiado latín, pero que ningún caballero debería saberlo.
-Eso es injusto-gritó Ruth. Sabía que estabas guiando la conversación para llegar a alguna parte.
-Es cierto-fue la respuesta-, pero no estoy mintiendo. Los únicos que saben latín son los farmacéuticos, los abogados y los profesores de latín. Y si Martin quiere ser uno de ellos entonces me estoy equivocando […] Bueno…tralará, y si aprende latín, Martin, perderá el respeto que le tengo.
Aunque Martin había estado interesado en la discusión, algo le molestaba […] Sentía la angustia de los grandes problemas del hombre y, sin embargo, se veía obligado a discutir sobre tópicos escolares y a decidir si quería o no estudiar latín.
“¿Qué demonios tiene que ver el latín con esto?”, se preguntó ante el espejo esa noche. “Me gustaría que los muertos permanecieran muertos”. ¿Por qué tengo que dejar que la belleza en mí esté dominada por los muertos? La belleza está viva y es eterna. Los idiomas pasan. Son polvo de los muertos”. […]
CAPÍTULO 14
 Finalmente decidió no estudiar latín, no por Olney, sino por amor a Ruth y a pesar de ella. Su tiempo era oro y consideraba muchas cosas más importantes para él que el  latín.                
[1. Parece que en la California de principios del XX tampoco aprendía nadie latín. Y por el que siempre supieron boticarios y leguleyos, podemos adivinar el que sabrían sus maestros.]

 
[2. El argumento del carácter formador del latín, como gimnasia mental que amuebla el cerebro, lo he oído expresar  muchas veces, desde de pasada a Antón Miramontes, en aquella pérdida de  tiempo que supuso el CAP, hasta al ínclito Latinorum en una lectura reciente, pero nunca he logrado que nadie explicara en qué se basan sus virtudes ordenadoras del cerebro. Lo que sí leí una vez es una refutación de esa vis amueblante. Aquí os la dejo:

            Con los Modistae de los siglos XIII y XIV se intensifica el discurso de una gramática especulativa y de una investigación de los modi significandi cuyo modelo operativo todavía sobrevive y cuya intención especulativa era la de individualizar unidades lingüísticas universalmente válidas. Pero para individualizar las leyes del pensamiento, se utilizaba una lengua particular (considerada fatalmente como una lengua de la razón: para los antiguos era el griego, para los modistas, el latín, y éste es el origen remoto de la insistencia pedagógica con que se quiere imponer el latín como instrumento único para enseñar a los jóvenes a razonar como es debido).                                                                                                UMBERTO ECO, Signo]