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martes, 25 de marzo de 2014

LATINVM AD LATRINAM (XXI): APRENDA LATÍN EN 15 DÍAS



[Abhinc quattuor dies adfui  congressui de hodiernis ad docendum instrumentis Campi Stellae habito. In honorem laboris Alvari Vilarinni et omnium qui renovatione rationis linguae latinae docendae studiose se exercent, hodie mecum apporto antiquum testimonium hispanicum cum eorum  conatibus congruens. Braulius Faux (MDCCXCI- MDCCCLXV) scripsit curiosissimum opus  cui titulus est “Vida de Pedro Saputo” (ed. Catedra, Litterae Hispanicae, et hic). Petrus Saputus est puer ingenio acutissimo  qui traditos mores institutionis scholaris reicit et omnes artes per se usu mirabiliter discit: litteras, musicam, textilia, picturam et reliqua. Post conatum linguae latinae discendae per nominativos et coniugationes, scolastichis per vicos ludentibus se iungit et hoc evenit:]

            No hacía aún una hora que dormía, cuando acertaron a pasar por allí cerca unos estudiantes que iban de motus (…) Viéronle y se acercaron (…)-Dejémosle en paz, dijo otro. -No, replicó otro, que le hemos de despertar y llevar con nosotros. Habló el cuarto (pues no eran más) y dijo lo mismo, y pareciendo bien a los dos primeros le despertaron gritando uno de ellos: expergiscere, frater, et surge. (Que quiere decir: despierta hermano y levántate.) Despertó en efecto, no por la fuerza del latín, que él no entendía, sino por el sonido de las palabras que entraron en sus oídos; y al verse delante los cuatro licenciados, pensó de pronto si serían alguaciles; pero violes algunos instrumentos músicos y reparando en el traje adivinó lo que eran. -Noli turbari, dijo el mismo, escolastici enim sumus, et te miramur et amore prosequimur. (Quiere decir: no te turbes, pues somos estudiantes y te contemplamos admirados y te queremos.) -Señores, dijo él ya levantado: si vuesas mercedes no me hablan en mi lengua, no entenderé lo que me dice. -Non licet nobis, dijo siempre el mismo, alio sermone uti quam latino. (No nos es permitido o no podemos hablar sino en latín.) -Señores, dijo él un poco entero; si vuesas mercedes me hacen la burla, díganmelo en lengua que lo entienda, y veré lo que me conviene. -Callad por vuestra vida, dijo uno de ellos al latino; el mozo tiene razón. ¿Qué vais a hablalle en latín? Sabed, joven excelente, que os hemos topado acaso y nos habéis parecido bien. Sentimos que no seáis de la profesión, porque os veníades con nosotros, y os certifico por la experiencia que de ello tengo, que pasaríades la vida más alegre que habéis de conocer en el mundo. -La profesión, señores, dijo él entonces, no me parece a mí cosa necesaria; ese latín es el que me pone algún estorbo al paso, porque se ofrecerá alguna vez hablalle y descubriré mi falsa ropa. -Yo os lo enseñaré, dijo uno de ellos, en quince días. -Pues yo, contestó Saputo, os doy palabra de aprendello en ocho, y os sobran siete para mirar y remirar la obra que habredes hecho (…) quedó ordenado de estudiante (…)

            En el mismo pueblo se hicieron con un Arte viejo que pidieron a un huésped, y tomándole Pedro Saputo, en un rato repasó los nominativos, en otro las conjugaciones, callando que las hubiese aprendido; tomó de memoria escribiéndolas en un papel las partes indeclinables de más uso, y en pocos días salió un mediano latino faltando poco de lo que prometiera cuando dijo que aprendería el latín en ocho días. Porque con el ejercicio de hablar siempre en latín entre ellos, muy pronto igualó a sus compañeros, y después en su casa le acabó de aprender con más fundamento.

                        BRAULIO FOZ, Vida de Pedro Saputo, Segunda parte, Cap. IX-X


[Bonos eventus  omnibus qui  pro lingua latina acerrime contra inertiam, pigritiam et fata pugnatis opto! Valete.]

lunes, 17 de marzo de 2014

LATINVM AD LATRINAM (XX bis): EL EXAMEN

            El último examen era el de latín.

          Los alumnos del último año se preparaban llenos de temor y de angustia; sabían que el profesor no desaprovecharía aquella ocasión de vengarse de su conducta durante el curso. (…)


 Un día el profesor, pintada en la faz una malévola alegría, le anunció a Kartachov: 

 - Mientras  yo esté en este colegio, usted no obtendrá su certificado y, no podrá ingresar en la Universidad.
 El pobre muchacho estaba desesperado.

            Tienes que prepararte bien- le advertían sus compañeros.

- ¡Pero si no sé una palabra! El latín es para mí casi como el chino. ¿Cómo diablos voy a prepararme? Además, estoy tan cansado . ¡Seis semanas de exámenes! No puedo más ...

El día del examen de latín, Tioma se fué al colegio a las nueve de la mañana y no volvió a su casa hasta las cuatro de la tarde. (…)

-          Cuéntanoslo todo, desde el principio, hijo mío.

-     Bueno… Llegamos al colegio dispuestos a la batalla, aunque sin armas. ¡Yo, por lo menos, no sabía una palabra, ni una palabra de  la asignatura! Nos encierran en la clase. Poco después entra el verdugo, el profesor de latín. “Van a hacer ustedes una traducción escrita” - nos dice. Y empieza a dictarnos el texto ruso. Yo veo con horror que no puedo traducir ni la frase más sencilla. A mi lado está Vervistsky, que tampoco da pie con bola. “De éste- pienso – no hay que esperar nada. Somos como dos mendigos a la puerta de una iglesia”. Leo y releo el texto ruso  y, ¡cielos!, no recuerdo ni jota del poquísimo latín que sabía. Si me hubieran mandado traducir al chino no me hubiera visto tan apurado.

- ¡Qué diablo de chiquillo!- exclamó, riéndose, la madre.

- Mi verdugo, dictado el texto, se coloca de centinela junto a mí y empieza a vigilar todos mis movimientos. El maldito está decidido a suspenderme. De cuando en cuando se acerca un momento a su mesa, pero vuelve a mi lado callandito, como un gato.

Llevo ya escrita una carilla ...

-Pero, hijo, ¿qué escribías?

- Todas las tonterías que se me iban ocurríendo. Aquí traigo la hoja …

El colegial se sacó del bolsillo un papel arrugado.

Zina lo cogió y comenzó a leer en voz alta: “¿Quién dijo miedo? ... ¡Ánimo!… Se acerca como un gato ... Si fracaso me pegó un tiro ... ¡Maldito colegio!”

-No sigas. No vale la pena. Todo es por el estilo. ¡Figuraos! Bajo la mirada jesuítica de mi verdugo tenía que escribir, fuera lo que fuera. Mientras escribía me devanaba los sesos buscando una solución. De pronto veo en el banco inmediato, a unos dos metros de mi, a Beer, un muchacho judío, muy peludo, miope, más bueno que el pan y aplicadísimo. Acababa de hacer un borrador y se disponía a copiarlo. “Hay que quitarle, a toda costa, ese borrador” - pienso. Pero el robo era muy difícil, pues el profesor seguía vigilándome ... (…) El momento oportuno no tardó en llegar (…) El pobre Beer, sorprendido por mi brusco ataque, me miró, exhaló un suspiro y empezó a componer otro borrador. Yo me puse a copiar el mío, es decir, el suyo. Lo más gracioso es que lo copié en las barbas del profesor, con una frescura tan grande que no sospechó nada. Además, yo había colocado en mi pupitre, antes de lanzarme al asalto, una porción de papeles. Para que al leer la copia no entrara en sospechas el tribunal, de cuando en cuando, en vez de copiar literalmente, me equivocaba ad hoc… (…)

- ¿Y nadie  había visto nada?

            - Algunos compañeros y el inspector Iván Ivanovich, encargado durante el examen de nuestra vigilancia. ¡Es un buen hombre; un verdadero ángel! Lo vio todo, pero se limitó a bajar los ojos. Cuando pasé por delante de él me miró como diciéndome: «Pero, Kartachov ... » Me dieron ganas de abrazarle, pedirlé perdón y gritarle: “¿Qué quería usted que hiciese, amigo Iván Ivanovich? Detesto ese maldito latín y no lo hubiera aprendido nunca, aunque hubiera estado cien años en el colegio ...” En fin; salí al corredor contentísimo y en un estado de excitación nerviosa que no es para dicho. Una hora después comenzó el examen oral. Nueva prueba. Allí no había salvación. Pero, decididamente, el Destino me favorecía. En el preciso momento en que terminaba su examen el alumno que me precedía, se abrió la puerta de la clase y el bedel llamó a mi verdugo. El director, que sabía que el profesor había jurado suspenderme, pero que por otra parte quería serie agradable a mi tío el general gobernador, se apresuró a llamarme. Con él no había nada que temer.

-¿Se había quedado él solo en el tribunal?

-No. Le acompañaba el profesor de primer año de latín, pero en calidad de sacristán de amén. La primera pregunta que me hizo el director fué la siguiente: “¿Es verdad que el señor general, su tío de usted, se dispone a regresar a Petrogrado?” Yo le contesté que sí. Luego me dió a traducir un párrafo de Tito Livio... y  lo tradujo él. Él traducía y yo repetía. “¡Bueno-dijo-, puede retirarse.” Salí corriendo al pasillo, donde me crucé con mi verdugo. “¡Oiga, Kartachov!”, me gritó; pero yo me hice el sordo.

- ¡Qué diablo de chiquillo!

- Todos los colegiales nos sentamos en el suelo a esperar la sentencia. De pronto oí pronunciar mi nombre repetidas veces en el aula. «Kartachov ... Kartachov.» Discutían. El profesor casi gritaba. No cabía duda: estaba decidido a suspenderrne contra viento y marea (…) Por lo visto quería someterme a un nuevo examen para demostrar al director que yo no sabía una palabra… Un cuarto de hora después salió Iván Ivanovich con la lista y nos leyó las calificaciones. ¡Hurra! Kartachov había sido aprobado!

            NICOLÁS GARIN, Los colegiales cap. XXIII

LATINVM AD LATRINAM (XX): EN LA RUSIA DE LOS ZARES



[1.Nuestra mala fama se xtiende a Oriente. De la situación del latín en Rusia, ahora o antes, prácticamente no sé nada; solamente lo que leí en el artículo de Patricia Varona, Homero en la estepa: las primeras traducciones de los clásicos griegos al ruso (Estudios Clásicos, Anejo 1, 2010). En él la autora menciona los esfuerzos de Sergéi Semiónovich Uvárov, ministro de educación (1833-1849) por reforzar la posición del latín en el currículo e introducir el griego como asignatura obligatoria. Sin embargo, –añade la autora- la oleada revolucionaria de 1848 en Europa lleva al zar Nicolás a restringir severamente la enseñanza del griego clásico. Y es que la historia de las lenguas clásicas en Rusia es un capítulo del movimiento de europeización de ese país.

2. Lo que sí recuerdo son varios pasajes de los grandes autores rusos del XIX sobre sus estudios de latín, y no precisamente en el sentido señalado. Uno de ellos es  el ingeniero y cuentista NICOLÁS GARIN (1851-1906), hoy casi olvidado  en nuestro país, que escribió también una serie de novelas, ambientadas muchas en la tan de actualidad Crimea. Cuatro de ellas cuentan la vida de Tioma Kartachov: La infancia, Los colegiales, Los estudiantes y Los ingenieros. Buen observador, en ellas se puede rastrear los problemas de ucranios y rusos o la intuición de la inevitabilidad de una revolución.]

En la segunda de ellas, Los colegiales, el latín ocupa un lugar imporante, para mal, claro. Aparte del borrachín de griego, dos son los profesores de latín que aparecen en ella. He aquí el retrato del primero, donde se encuentra uno de mis piropos preferidos contra nuestra raza de ogros:


            Los profesores …. eran objeto de una crítica constante.

            El más atacado era  Jlopov, el de latín. Todos los alumnos le detestaban. Cuando atravesaba casi corriendo y sin mirar a nadie el corredor, con su cara roja y sus gafas azules, los alumnos de las clases superiores le dirigían miradas de desprecio.
           
             ¡Está tan colorado porque acaba de beberse la sangre de sus víctimas! -solía decir alguno en voz alta, para que el profesor le oyese,

            Las víctimas, la mayoría chiquillos de primero o segundo año, corrían tras él lloando y suplicándole  que les mejorase  las notas. Pero él no hacía caso ni de las lágrimas de los pequeños ni de las burlas de los mayores, y procuraba llegar lo más pronto posible al gabinete donde se reunían los profesores. Allí, entre clase y clase, iba y venía, excitado, furioso, de un extremo a otro de la estancia, sin cruzar la palabra con sus colegas, que tampoco le querían. Aislado, renegando para su capote de todo y de todos, esperaba el momento de empezar la nueva batalla.

            Sus víctimas preferidas eran los muchachos apocados, tímidos. Con verdadero sadismo los martirizaba, los perseguía, les hacía llorar. Acababan por inspirarle una especie de ternura: tanto placer encontraba en atormentarles.


Pero lo importante no es el retrato personal de los profesores de latín, sino que estos y su asignatura simbolizan las fuerzas retrógradas, antidemocráticas. Los adolescentes protagonistas lo rechazan y les da igual suspenderlo. Su actitud se declara rotundamente en el artículo que escribe el protagonista para un periódico escolar que editan los colegiales:

                              
- Para el primer número- añadió Kartachov- escribiré un artículo sobre los incovenientes de la educación clásica…de la enseñanza del latín y el griego.

-          ¡Un bonito tema! –exclamó Kornev. (…)

- Tal vez el artículo te salga tan bien que se lea en las altas esferas…y, ¿quién sabe?, motive la supresión del latín y el griego en los colegios.



Pero clave para la novela es el segundo profesor de latín, último obstáculo de Tioma para ir a la Universidad. A él le dedica un capítulo entero en el que se cuenta el examen de latín, del que Kartachov sale victorioso gracias a un cambiazo y la ayuda del director del colegio, que temía a un pariente de Tioma general. Es algo largo, pero, por si a alguien le interesa, lo subo por la tarde.

viernes, 7 de marzo de 2014

LATINVM AD LATRINAM (XIX): POLYPHLOSBOIO



Jules Vallès

[1. Aún no he acabado la munición, ni mucho menos. Jules Vallès (1832-1935) fue un revolucionario que se salvó de la condena a muerte por su participación en la insurrección parisina de 1871 durante la guerra franco-prusiana exiliándose a Inglaterra. Su éxito como escritor se cimentó en la trilogía protagonizada por su alter ego Jacques Vingtras: El niño; El bachiller y El insurrecto. Sobre la primera Zola escribió un artículo diciendo que era lo mejor que había leído en diez años. La verdad es que sorprende la fuerza del narrador, siempre adaptado a la edad del personaje. En otras obras directamente autobiográficas  - El testamento de un bromista y, sobre todo, Recuerdos de un estudiante pobre – se repiten fragmentos extensos de la trilogía. Vallès/Vingtras fue hijo de una campesina ignorante y de un profesor de latín de primera enseñanza que anhelaba que su hijo siguiera, mejorado, sus pasos. Pero Vallès, cuanto más se empapa (forzado a su pesar) de clasicismo y latinidad, tanto más lo odia y desea liberarse de esa carga muerta, que condena a una vida de miseria e imposibilita para la acción democrática y la lucha por los oprimidos.]  

Todos sus libros son una sucesión constante de alusiones despreciativas al objeto de su odio y a sus maestros (incluido él mismo cuando sobrevive a base de clases particulares): mi padre rociaba a los chiquillos con latín y griego…todavía tenía a cinco o seis cretinos que después de clase le escuchaban en círculo en una sala del liceo; comerciante en lenguas muertas; vendedor de participios; hubiera preferido estar con vosotros, con el arado o en el establo, a entrar en la casa del latín etc. Reseñarlas sería publicar su obra completa. Como resumen, baste la dedicatoria que abre el segundo volumen de su trilogía:

«A quienes alimentados de griego y latín, se murieron de hambre, dedico este libro»



Y de su actitud sarcástica sobre su preparación para la vida a través de las lenguas clásicas, me he decantado por este pasaje de El testamento de un bromista:

  ¡He dado un paso en la vida! Pero la toga de sabio apenas se sostiene sobre mis hombros gracias a un solo alfiler.
 ¡Comprender todo el significado de Polyphlosboio!
 El profesor vino a comunicárselo a mi madre.
 “¡Señora mía, es un acontecimiento, todo un acontecimiento! ¡Cuando un niño sabe lo que significa Polyphlosboio, cuando comprende bien todo cuanto hay de armonioso, profundo, de claro y, si se quiere, también de tenebroso en esa palabra, en la que se sostiene todo el genio de Homero, ese niño ha alcanzado las columnas de Hércules de la gramática! ¡Sí, señora, las columnas de Hércules! Y no sólo es un colegial que conoce su camino, sino un alma que habla, un corazón que despierta…”
 -¿A qué profesión podría uno dedicarse cuando sabe qué significa todo eso de poalü-fos-boyo? [=  aprox. a poilu-fosses-boyaux = peludo-zanjas-tripas. N del T. Luis E. Rivera] – preguntó mi madre sin mucho interés
 -          A todas- replicó el profesor con una sonrisa discreta.

[2. La fórmula polyphlosboio thalasses tiene una amplia tradición satírica en la literatura inglesa del XVII]
[3. Para los no pusilánimes, que puedan aguantar 1000 páginas repletas de denuestos sobre su vocación sin acusarlo, sus obras se publicaron años ha en Alianza y Bruguera, pero han reeditado la trilogía aquí, y los dos otros libros, a un precio asequible, en la editorial Periférica. Hay momentos desternillantes: el profesor de filosofía del monigote de El Bachiller clava a toda la especie, aunque en este libro el tratamiento del latín no es profundo sólo flota por todas sus páginas]