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lunes, 26 de mayo de 2014

EVTROPIVS ILLVSTRATVS (I): FVRIVS CAMILLVS (I, 20, 1-2)

      Si, ut ego, estis in numero magistrorum qui discipulos cotidie sopitos Eutropicis sententiis reddunt, forsitan vestra intersint hae nugae de Eutropio I, XX quas inter inutiles soporiferosque conventus in mea schola habitos pinxi. Hac de causa facile compagines et diversorum fragmentorum nexus dispiciuntur, sed polliceor ceterum opus mihi accuratius implendum esse.



jueves, 8 de mayo de 2014

SONVERE TACTAE (II): ¿ERA PLINIO EL JOVEN UN BIVALVO?


[Tengo trasconejada esta sección no tanto por vagancia (ni mucho menos por falta de material) cuanto porque en el último momento me invade cierta pena o,  mejor afinado, sensación de culpabilidad (fracaso). No obstante, como este me parece un ejemplo revelador, me he animado a subirlo.]
 Ya decía mi madre (y siempre lo repito yo) que el latín  es la asignatura en que cualquier burrada es admisible. Se produce en el alumno una especie de cuasipirrónica suspensión del (buen) juicio, es decir, se le tupen los conductos cerebrales que aplica certeramente en todos los demás actos de su vida, incluida la académica restante, de modo que en una traducción puede alumbrar cualquier engendro disparatado sin pestañear lo más mínimo. El origen del fenómeno está en dos creencias arraigadas profundamente en el alumno, que se pueden desarrollar a modo de silogismo:

PREMISA MAYOR.- El latín es un galimatías jeroglífico del que no hay dios que entienda nada.

PREMISA MENOR.- Los romanos hacían cosas muy raras, y en todo caso, muy extrañas y alejadas de las nuestras. A esto se le puede aplicar una cita de Starnone que hace ORESTE TAPPI  en  L’insegnamento del latino, referida a la funesta costumbre de usar fragmentos fuera de contexto. Al final del bachillerato los romanos quedarán para los alumnos como “…gente che non si sapeva de dove veniva, non si sapeva dove andava, faceve in genere cose banalissime o folli, dichiarava pomposamente non so che o alludeva enigmaticamente a non so che altro…”

CONCLUSIÓN: En una traducción de latín puede salir cualquier cosa. Da igual.

            Pero el ejemplo que traigo aquí no es para ilustrar ese fenómeno general conocido, sino otro más particular que ya hace tiempo he observado en algún alumno: el análisis sintáctico en ocasiones ayuda a la opilación cerebral. Lo más curioso de todo no es que analizara mal y tradujera una animalada, sino que tradujo fiel a su análisis, sin importarle un pimiento lo demás. Y no son los mejores alumnos, obviamente, pero tampoco los peores. Dii me perduint!